Miguel Gutiérrez R. Unidad de Investigación
Diario La República. Lima. Perú.
Cómo la explotación aurífera acabó con un pueblo amazónico. Donde antes había hermosos felinos, espesos bosques y aguas cristalinas, ahora hay oscuros gallinazos, animales muertos, arena negra y espesa. Eso es lo que dejó la actividad aurífera que mueve cada año US$ 250 millones pero a costa de la naturaleza y la vida.
Huepetuhe, Madre de Dios. Aquí la selva se muere de a pocos, carcomida por la contaminación de los explotadores de las minas de oro. Mientras el metal precioso es exportado al mercado norteamericano y engalana las orejas, cuellos y muñecas de la gente adinerada, aquí la extracción aurífera ha devastado irreversiblemente la naturaleza.
Huepetuhe significa "El río de los tigres", según la lengua de los nativos Harakmbut, pero ahora aquí no existe un río sino una playa desértica, a veces gris, otras negra, y por supuesto no habita ningún animal silvestre. Aquí la selva ha muerto. Huepetuhe es la tumba de la selva.
Desde el cielo, Huepetuhe es una herida abierta en medio de la Amazonía. Una herida que sigue creciendo debido al mercurio que los mineros formales e informales usan para capturar el oro. No les importa para nada el intenso color verde de la selva sino el brillo del codiciado, maldito metal amarillo. La explotación aurífera ha matado hasta el momento al menos 10 mil hectáreas de pura selva.
El distrito de Huepetuhe, en la provincia de Manú, región Madre de Dios, es considerada la zona del oro por excelencia. A diez horas de Puerto Maldonado, Huepetuhe recibe la llegada diaria de equipos pesados como cargadores frontales, volquetes y retroexcavadoras para dedicarse a la extracción. En la zona de Huepetuhe de 304 concesiones por lo menos 100 trabajan en la informalidad total. Muchos invaden terrenos que no les corresponden o son "invitados" por empresarios formales a trabajar en sus terrenos a cambio de un porcentaje del oro extraído.
Cada año decenas de niños, hombres y mujeres llegan de Cusco, Puno y Apurímac, principalmente, llegan hasta esta zona para trabajar en campamentos persuadidos por inescrupulosos mineros.
TIERRA NEGRA
La informalidad persiste en cuanto al cumplimiento de las normas de seguridad, higiene minera y ambientales. De 600 empresas mineras y comerciales en Huepetuhe, solo 37 pagan impuestos y tienen registrados formalmente a sus trabajadores. Aquí se ha instalado la dictadura del oro.
En su momento, el responsable de la comisión pastoral de Puerto Maldonado, el padre Xavier Arbex, lanzó una advertencia sobre el desastre: "Sentimos como un deber profético lanzar un gran grito de alarma: cualquiera que mira la imagen satelital de la parte suroriental del Perú se percatará de una inmensa herida blanca en medio de la cobertura verde de la selva", dijo: "Donde hace unos cuarenta años corrían aguas cristalinas por las quebradas de las nacientes de los grandes ríos Madre de Dios e Inambari, hoy día solo hay inmensas pampas de lodo y enormes taludes de cascado producidos por 550 máquinas pesadas más unos mil motores para ‘chupaderas’ (motobombas ) y unas 150 dragas".
De acuerdo con los datos del gobierno regional de Madre de Dios, el negocio del oro mueve más de 250 millones de dólares al año, cuatro veces más que los ingresos generados por la extracción forestal o la castaña. Pero los pueblos mineros como Huepetuhe siguen siendo tan pobres como hace 30 años.
Las viviendas de los pobladores son de madera cubiertas de calamina y están asentadas sobre pilares de madera para evitar el lodo negro y pestilente que arrastra el río.
"La precariedad de este pueblo y otros que viven del oro obedece a la lógica de 'estar de paso' que tienen los mineros, aun cuando en la realidad permanecen finalmente muchos años con la expectativa de tener un golpe de suerte y cambiar de oficio", señala un informe elaborado en el terreno por conservacionistas del Centro para la Sostenibilidad Ambiental (CSA).
Huepetuhe carece de servicio de recojo de basura, agua potable y desagüe. Los habitantes compran agua almacenada en pilones y defecan en la vía pública. Como indica un reporte de la Defensoría del Pueblo: "Las calles están permanentemente anegadas y emiten olores pestilentes a medida que aumenta la temperatura, la que llega hasta los 40 grados. Imperan las enfermedades y la presencia de insectos y ratas". Ese es el infierno creado por el oro.
SELVA QUEMADA
En el pueblo viven cinco mil familias pero los fines de semana la población aumenta a casi el doble cuando arriban los mineros y obreros de los campamentos situados en las quebradas de los ríos Caychiwe, Chancamayo y Huepetuhe.
Los campamentos de mineros son temporales y cuando se mudan a otro punto dejan tras de sí territorios desolados y desérticos. Los mineros realizan el proceso de extracción de oro en forma semiartesanal. Algunos colocan el mineral en acequias y utilizan palas y picos para acarrear hacia una canaleta de recuperación, mientras otros buscan oro entre los residuos de la minería mecanizada. En ambas modalidades los niños intervienen en el trabajo.
En ciertas zonas se usan cargadores frontales y volquetes para trasladar el mineral a una tolva ("chute") en la que es lavado con chorros de agua. Desde hace unos años "la fiebre de tener maquinaria" hizo que muchos mineros ingresen modernos aparatos traídos de Bolivia para la extracción del mineral. En esta fase los contratistas ya no emplean a niños y adolescentes.
Con la muerte de Huepetuhe, prácticamente desapareció la producción de café. Sin embargo, para las autoridades locales el oro es un negocio que no se puede perder porque es el principal generador de ingresos. El gobierno regional considera que hay grandes posibilidades de desarrollo sostenible de la minería aurífera.
Las fotografías aéreas de Huepetuhe son devastadoras, impactantes, sobrecogedoras: la zona parece la tumba de una parte de la selva amazónica, cuya lápida está cincelada con letras de oro y donde se lee: "Aquí hubo vida".
DATOS
no hay servicios. Los pueblos mineros como Huepetuhe cuentan con energía eléctrica únicamente durante cuatro horas diarias y solo existen antenas parabólicas y el servicio telefónico está restringido.
aislados. El transporte es escaso y muchos niños tienen que recorrer varias horas a pie para llegar a la escuelas y establecimientos de salud existentes en los poblados de Choque, Santa Inés y Huaypetuhe. Las pocas postas médicas están desabastecidas.
Donde impera el código delictivo1] Los efectivos policiales son insuficientes y las autoridades policiales y del Ministerio de Trabajo no ingresan en los campamentos de mayores riesgos, básicamente los situados entre los ríos Pukiri y Colorado. 2] Los índices de delincuencia y violencia callejera son altos en esta zona. Según la Fiscalía de Huepetuhe, los delitos más frecuentes son las violaciones sexuales a mujeres y menores de edad, violencia familiar y robo. Muchas adolescentes se prostituyen en los bares y cantinas que proliferan en la localidad.3] El “boom del oro” no solamente atrajo a gente pobre de otros departamentos sino también a personas que tienen un pasado delictivo. Pululan por la falta de autoridades.
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