En la última semana, la profunda crisis institucional que atraviesa el Ministerio del Interior y la Policia Nacional del Perú a desbordado por enénisima vez los límites de la tolerancia. Ayer fueron las compras sobrevaloradas y sin licitación de gases lacrimógenos y municiones, hoy es la anulación de la subasta inversa realizada para la adquisición de patrulleros, en un proceso previo totalmente cuestionado y turbio. El forado moral que hay en el interior de estas instituciones es demasiado grande, de tal manera que les permite a los salteadores y estafadores de siempre entrar y salir con total libertad, y con resguardo policial para que nada malo les pase.
Un país moderno y serio como el que pretende ser el Perú (digo pretende pues está muy lejos de llegar a serlo) necesita implementar políticas de Estado efectivas y eficaces que establezcan mecanismos de control, transparencia y honestidad en lo referente a la adquisición de bienes y servicios, dispuestos para el beneficio de todos los peruanos. Mientras se siga pagando sobreprecios, realizando subastas con un solo postor, se exoneren de licitación los procesos de adquisiciones, se vea con complacencia el tráfico de influencias y el pago de comisiones, etc., el Perú seguirá estancado en el pantano de sus propios desatinos.
Un hecho fundamental que no se suele analizar con profundidad en estos casos es lo relacionado con los actores detrás de la escena cotidiana. Se habla acerca de la corrupción del sistema, de las mafias enquistadas en su estructura, de la crisis institucional. Pero ¿acaso el "sistema" se maneja solo por obra y gracia de las leyes del universo?, ¿las instituciones se gobiernan por si mismas? ¿no són los hombres, con nombre y apellidos, los encargados de hacer funcionar el sistema y las instituciones? ¿por qué siempre se habla de esa generalidad exculpatoria en que se han convertido el "sistema" y la "institución"? Si se realizó una compra sobrevaluada, con el consiguiente pago de comisiones y enriquecimiento ilícito en agravio del Estado, por parte de algún o algunos malos funcionarios ¿vámos a sancionar con todo el peso de la ley al Ministerio del Interior? ¿vá a pagar el delito y a resarcir al Estado la Policia Nacional? ¿no será que el Sr. Juan Pérez es el culpable y debe ser investigado, procesado y sancionado ejemplarmente? ¿no son los amigos del Sr. Pérez, el Sr. Gracias y la Sra. Castañuela, los cómplices que están involucrados en el delito y deben ser igualmente sancionados? ¿no tiénen una identidad los que cometen el delito? ¿no tienen documento nacional de identidad? ¿no tiénen un rostro y un cuerpo los estafadores? ¿acáso son entes inmateriales?
Hasta la fecha no he oido ni visto que alguno de esos malos funcionarios haya sido identificado. Todos permanecen en el anonimato, bajo la sombra de la institución que los cobija, y, a buen recaudo de la ley, maquinando y tejiendo sus redes para ver donde darán el proximo golpe, sacando las cuentas de cuantos millones les tocará repartirse la próxima vez, porque siempre hay una nueva oportunidad para engordar los vientres y los bolsillos con total impunidad. Y si por casualidad aparece algun involucrado en la estafa, por lo general es un "roedor" insignificante al que tienen que sacrificar para protejer a los capos. Y los encargados de realizar las funciones de control y de administrar justicia seguramente tienen tareas más importantes que hacer que ver estos asuntos, como por ejemplo investigar y sancionar con todo el peso de la ley al pequeño ladronzuelo de doce años que atraparon, ipso facto en su huida, por coger sin pagar una manzana en un puesto del mercado para saciar su hambre retrasada de varios días.
La desinformación y justificaciones que tienden a esparcirse en estos casos escandalosos por parte de las personas responsables de estas necedades es realmente impresionante. El Ministro del Interior y sus asesores defienden lo indefendible, con el argumento de que todo el proceso de compra y adquisiones es totalmente transparente y enormemente favorable para los intereses del país. El Presidente de la República respalda las acciones erráticas de sus funcionarios haciendo una defensa corporativa sostenida en el compañerismo partidario de siempre.
Ya no es posible creer que este tipo de escándalos sea fruto de la casualidad o del descuido de algún funcionario distraido o inexperto. Estos hechos no son fortuitos ni casuales. Son prácticas sistemáticas que responden a una estructura burocrática diseñada y mantenida para facilitar el dolo y el engaño, que favorece los latrocinios de las mafias que tienen nombre y apellidos pero a las que absolutamente nadie quiere tocar, ya sea por ineptitud, temor o complicidad.
¿Cuándo se atrapará al Funcionario de Primer Nivel del Ministerio del Interior, implicado en estos actos de corrupción y que se recicla impunemente una y otra vez de un gobierno a otro? ¿cuándo rendirá cuentas el General Fulano de Tal por haberse enriquecido ilícitamente y estar implicado en la corruptela en agravio del Estado y en contra de todos los peruanos? ¿cuándo pagará el Coronel Mengano de Tal por recibir sobornos y comisiones para favorecer en las compras y adquisiciones a sus conocidos? ¿cuándo se hará un restructuración auténtica tanto en el Ministerio del Interior como en la Policia Nacional para dejarlas libres de mafiosos y corruptos? ¿cuándo se limpiará la imagen agonizante de estas instituciones del Estado?
El panorama parece desolador, sobretodo por la inacción de las autoridades políticas acostumbradas a ser las administradoras del caos reinante, y, a convivir con la corrupción, pues al fin y al cabo, les ha de tocar algo en la repartija del botín. Aun la propia sociedad de la que formamos parte tiene su cuota de culpa, ya que no tenemos la capacidad de ejercer una presión ciudadana lo suficientemente fuerte, orgánica y sostenida como para convertirnos en el verdadero contrapeso que equilibre los poderes del Estado, y asi en alguna medida evitar que la corrupción imperante haga lo que le da la gana.
Sin embargo, todavía existe la esperanza de que los sectores sanos de la sociedad, hombres y mujeres de carne y hueso, y de las propias instituciones como el Ministerio del Interior o la Policia Nacional puedan hacer algo para revertir esta infame situación.
Un país moderno y serio como el que pretende ser el Perú (digo pretende pues está muy lejos de llegar a serlo) necesita implementar políticas de Estado efectivas y eficaces que establezcan mecanismos de control, transparencia y honestidad en lo referente a la adquisición de bienes y servicios, dispuestos para el beneficio de todos los peruanos. Mientras se siga pagando sobreprecios, realizando subastas con un solo postor, se exoneren de licitación los procesos de adquisiciones, se vea con complacencia el tráfico de influencias y el pago de comisiones, etc., el Perú seguirá estancado en el pantano de sus propios desatinos.
Un hecho fundamental que no se suele analizar con profundidad en estos casos es lo relacionado con los actores detrás de la escena cotidiana. Se habla acerca de la corrupción del sistema, de las mafias enquistadas en su estructura, de la crisis institucional. Pero ¿acaso el "sistema" se maneja solo por obra y gracia de las leyes del universo?, ¿las instituciones se gobiernan por si mismas? ¿no són los hombres, con nombre y apellidos, los encargados de hacer funcionar el sistema y las instituciones? ¿por qué siempre se habla de esa generalidad exculpatoria en que se han convertido el "sistema" y la "institución"? Si se realizó una compra sobrevaluada, con el consiguiente pago de comisiones y enriquecimiento ilícito en agravio del Estado, por parte de algún o algunos malos funcionarios ¿vámos a sancionar con todo el peso de la ley al Ministerio del Interior? ¿vá a pagar el delito y a resarcir al Estado la Policia Nacional? ¿no será que el Sr. Juan Pérez es el culpable y debe ser investigado, procesado y sancionado ejemplarmente? ¿no son los amigos del Sr. Pérez, el Sr. Gracias y la Sra. Castañuela, los cómplices que están involucrados en el delito y deben ser igualmente sancionados? ¿no tiénen una identidad los que cometen el delito? ¿no tienen documento nacional de identidad? ¿no tiénen un rostro y un cuerpo los estafadores? ¿acáso son entes inmateriales?
Hasta la fecha no he oido ni visto que alguno de esos malos funcionarios haya sido identificado. Todos permanecen en el anonimato, bajo la sombra de la institución que los cobija, y, a buen recaudo de la ley, maquinando y tejiendo sus redes para ver donde darán el proximo golpe, sacando las cuentas de cuantos millones les tocará repartirse la próxima vez, porque siempre hay una nueva oportunidad para engordar los vientres y los bolsillos con total impunidad. Y si por casualidad aparece algun involucrado en la estafa, por lo general es un "roedor" insignificante al que tienen que sacrificar para protejer a los capos. Y los encargados de realizar las funciones de control y de administrar justicia seguramente tienen tareas más importantes que hacer que ver estos asuntos, como por ejemplo investigar y sancionar con todo el peso de la ley al pequeño ladronzuelo de doce años que atraparon, ipso facto en su huida, por coger sin pagar una manzana en un puesto del mercado para saciar su hambre retrasada de varios días.
La desinformación y justificaciones que tienden a esparcirse en estos casos escandalosos por parte de las personas responsables de estas necedades es realmente impresionante. El Ministro del Interior y sus asesores defienden lo indefendible, con el argumento de que todo el proceso de compra y adquisiones es totalmente transparente y enormemente favorable para los intereses del país. El Presidente de la República respalda las acciones erráticas de sus funcionarios haciendo una defensa corporativa sostenida en el compañerismo partidario de siempre.
Ya no es posible creer que este tipo de escándalos sea fruto de la casualidad o del descuido de algún funcionario distraido o inexperto. Estos hechos no son fortuitos ni casuales. Son prácticas sistemáticas que responden a una estructura burocrática diseñada y mantenida para facilitar el dolo y el engaño, que favorece los latrocinios de las mafias que tienen nombre y apellidos pero a las que absolutamente nadie quiere tocar, ya sea por ineptitud, temor o complicidad.
¿Cuándo se atrapará al Funcionario de Primer Nivel del Ministerio del Interior, implicado en estos actos de corrupción y que se recicla impunemente una y otra vez de un gobierno a otro? ¿cuándo rendirá cuentas el General Fulano de Tal por haberse enriquecido ilícitamente y estar implicado en la corruptela en agravio del Estado y en contra de todos los peruanos? ¿cuándo pagará el Coronel Mengano de Tal por recibir sobornos y comisiones para favorecer en las compras y adquisiciones a sus conocidos? ¿cuándo se hará un restructuración auténtica tanto en el Ministerio del Interior como en la Policia Nacional para dejarlas libres de mafiosos y corruptos? ¿cuándo se limpiará la imagen agonizante de estas instituciones del Estado?
El panorama parece desolador, sobretodo por la inacción de las autoridades políticas acostumbradas a ser las administradoras del caos reinante, y, a convivir con la corrupción, pues al fin y al cabo, les ha de tocar algo en la repartija del botín. Aun la propia sociedad de la que formamos parte tiene su cuota de culpa, ya que no tenemos la capacidad de ejercer una presión ciudadana lo suficientemente fuerte, orgánica y sostenida como para convertirnos en el verdadero contrapeso que equilibre los poderes del Estado, y asi en alguna medida evitar que la corrupción imperante haga lo que le da la gana.
Sin embargo, todavía existe la esperanza de que los sectores sanos de la sociedad, hombres y mujeres de carne y hueso, y de las propias instituciones como el Ministerio del Interior o la Policia Nacional puedan hacer algo para revertir esta infame situación.
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