Roger Iziga-Goicochea; Hozmara Rocío Torres Acosta
Hay situaciones cotidianas que nos permiten ver y comprender el abandono en el que se encuentra el ciudadano en ese exprimento llamado Perú. Los ciudadanos desamparados no tienen a quien acudir, porque los representantes de las instituciones del Estado que deberían velar por el bienestar y la justicia social están plenamente ocupados en sus negocios personales, en su pequeño universo en donde el único interes que importa y se defiende es el de la billetera llena.
Un servicio de interes público como es el del transporte de pasajeros y mercancias a través de los buses urbanos, interurbanos o interprovinciales nos da un ejemplo de esta realidad. Cada vez que se acerca alguna fecha importante, un feriado largo, semana santa, navidad, año nuevo, etc., las empresas de transporte amparadas en alguna ley salvaje elaborada por políticos domesticados en el limbo del libre mercado, suben por las nubes los precios de los pasajes que tienen que pagar los usuarios de esos servicios. Y en los medios de comunicación se escucha una y mil veces el mismo discurso: los transportistas son unos abusivos, son unos ladrones, no hay nadie que nos defienda, todo esta demasiado caro, tengo que viajar y no puedo viajar, esto es un robo, etc. Ésto se repite siempre, pero nunca se hace nada por evitar este atropello contra el ciudadano que neceita viajar para estar con su familia, para hacer algun negocio, para trabajar, en fin. Y lo peor de todo es que el ciudadano se queda sin alternativas para poder elegir: si el transporte terrestre está demasiado caro, no hay alernativa ni ferroviaria, ni aérea, ni de ningún otro tipo pues parece que todos se ponen de acuerdo para que en esas fechas todo este mas caro, los precios por las nubes, todos se convierten en sanguijuelas dispuestas a succionar hasta la última gota de sangre de las precarias economias de los ciudadanos. Y el ciudadano se ve obligado a gastar los pocos recursos que tiene pagando caprichos de gente sin conciencia ni escrúpulos, gente que lo único que le interesa es la ganancia fácil y rápida. Y el ciudadano pagará costos altos para recibir un servicio que no le garantiza ni calidad ni seguridad, pues vaya a saber uno si tendrá la dicha de llegar sano y salvo al destino. Se paga más por un viaje que puede convertirse en el útimo, un viaje sin calidad, sin buen trato, sin humanidad.
Y ante ese abuso, los representates del Estado miran impacibles, sin inmutarse. Son expectadores en este coliseo romano de la oferta y la demanda. Y miran con placer como las fieras salvajes deboran uno tras otro al sencillo ciudadano de a pie. No podemos hacer nada, dicen los funcionarios, son las leyes del mercado, dicen los funcionarios, si intervenimos generamos desconfianza dicen los funcionarios.
Si el Estado no tiene la capacidad de regular este desbarajuste que golpea y maltrata o los ciudadanos, a las personas, a los hombres y mujeres de carne y hueso, es que simplemente vivimos en un mundo perverso, deshumanizado hasta el tuetano, donde todo está subordinado a las "fuerzas oscuras del mercado", a ese evangelio del liberalismo económico, ante el cual todos juran obediencia y del cual nadie tiene el valor de renegar. El Estado y sus funcionarios demuestran así, cotidianamente, su profunda alienación y su total desprecio por aquellos a quienes se deben, por quienes deberían trabajar y estar al servicio: el ciudadano. Y mientras tanto seguiremos viendo sometidos el interes público al interes privado, el interes colectivo seguira siendo la última rueda del coche.
El Estado y sus funcionarios son por convicción incapaces de hacer nada en favor de la ciudadania, se convierten en complices del abuso y traidores del bienestar común. Cuchillo y veneno, eso son el Estado y sus funcionarios para su propio pueblo.
Imágenes tomadas de:
http://causaabierta.blogia.com/temas/informacion-internacional.php
http://radiolaorilla.wordpress.com/2010/10/26/
Hay situaciones cotidianas que nos permiten ver y comprender el abandono en el que se encuentra el ciudadano en ese exprimento llamado Perú. Los ciudadanos desamparados no tienen a quien acudir, porque los representantes de las instituciones del Estado que deberían velar por el bienestar y la justicia social están plenamente ocupados en sus negocios personales, en su pequeño universo en donde el único interes que importa y se defiende es el de la billetera llena.
Un servicio de interes público como es el del transporte de pasajeros y mercancias a través de los buses urbanos, interurbanos o interprovinciales nos da un ejemplo de esta realidad. Cada vez que se acerca alguna fecha importante, un feriado largo, semana santa, navidad, año nuevo, etc., las empresas de transporte amparadas en alguna ley salvaje elaborada por políticos domesticados en el limbo del libre mercado, suben por las nubes los precios de los pasajes que tienen que pagar los usuarios de esos servicios. Y en los medios de comunicación se escucha una y mil veces el mismo discurso: los transportistas son unos abusivos, son unos ladrones, no hay nadie que nos defienda, todo esta demasiado caro, tengo que viajar y no puedo viajar, esto es un robo, etc. Ésto se repite siempre, pero nunca se hace nada por evitar este atropello contra el ciudadano que neceita viajar para estar con su familia, para hacer algun negocio, para trabajar, en fin. Y lo peor de todo es que el ciudadano se queda sin alternativas para poder elegir: si el transporte terrestre está demasiado caro, no hay alernativa ni ferroviaria, ni aérea, ni de ningún otro tipo pues parece que todos se ponen de acuerdo para que en esas fechas todo este mas caro, los precios por las nubes, todos se convierten en sanguijuelas dispuestas a succionar hasta la última gota de sangre de las precarias economias de los ciudadanos. Y el ciudadano se ve obligado a gastar los pocos recursos que tiene pagando caprichos de gente sin conciencia ni escrúpulos, gente que lo único que le interesa es la ganancia fácil y rápida. Y el ciudadano pagará costos altos para recibir un servicio que no le garantiza ni calidad ni seguridad, pues vaya a saber uno si tendrá la dicha de llegar sano y salvo al destino. Se paga más por un viaje que puede convertirse en el útimo, un viaje sin calidad, sin buen trato, sin humanidad.
Y ante ese abuso, los representates del Estado miran impacibles, sin inmutarse. Son expectadores en este coliseo romano de la oferta y la demanda. Y miran con placer como las fieras salvajes deboran uno tras otro al sencillo ciudadano de a pie. No podemos hacer nada, dicen los funcionarios, son las leyes del mercado, dicen los funcionarios, si intervenimos generamos desconfianza dicen los funcionarios.
Si el Estado no tiene la capacidad de regular este desbarajuste que golpea y maltrata o los ciudadanos, a las personas, a los hombres y mujeres de carne y hueso, es que simplemente vivimos en un mundo perverso, deshumanizado hasta el tuetano, donde todo está subordinado a las "fuerzas oscuras del mercado", a ese evangelio del liberalismo económico, ante el cual todos juran obediencia y del cual nadie tiene el valor de renegar. El Estado y sus funcionarios demuestran así, cotidianamente, su profunda alienación y su total desprecio por aquellos a quienes se deben, por quienes deberían trabajar y estar al servicio: el ciudadano. Y mientras tanto seguiremos viendo sometidos el interes público al interes privado, el interes colectivo seguira siendo la última rueda del coche.
El Estado y sus funcionarios son por convicción incapaces de hacer nada en favor de la ciudadania, se convierten en complices del abuso y traidores del bienestar común. Cuchillo y veneno, eso son el Estado y sus funcionarios para su propio pueblo.
Imágenes tomadas de:
http://causaabierta.blogia.com/temas/informacion-internacional.php
http://radiolaorilla.wordpress.com/2010/10/26/
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